Preliminares arqueológicos del castillo de Gozón (Asturias).


VICENTE JOSÉ GONZÁLEZ GARCÍA DOCTOR EN HISTORIA Y EN ARQUEOLOGÍA Ante las confusas noticias sobre la paternidad documental y arqueológica del descubrimiento del castillo de Gozón, localizado en la década de los setenta en el Peñón de Raíces, se impone la precisión. Y es especialmente oportuno que se haga en LA NUEVA ESPAÑA, que se hizo amplio eco en su día de mis trabajos al respecto.

Para ello hay que distinguir dos períodos. El primero, anterior a 1977, el cual supuso la localización, con su perímetro bien determinado, confirmado por los documentos y ratificado por la arqueología. Y el segundo, desde 2007 a 2008, estudiado por los arqueólogos Iván Muñiz y Alejandro García, quienes, partiendo de lo ya conseguido anteriormente, completan y perfeccionan la obra como continuarán haciendo, en etapas subsiguientes, mientras resista el presupuesto. Pero sin despreciar la obra del primer período y sin presentar fotografiados nuestros hallazgos, dándolos como descubiertos por ellos...

De los que corresponden a mi intervención ya di cuenta en el I Congreso internacional de castellología (organizado en Madrid en el año 1977 por la Asociación Española de Amigos de los Castillos) y quedan reflejados en periódicos, revistas, libros y, sobre todo, en el subvencionado por el Ayuntamiento de Castrillón, que publiqué en el año 2007 bajo el título de «El castillo de Gozón (localizado en el Peñón de Raíces donde fue elaborada la Cruz de la Victoria: escudo de Asturias)».
En el prólogo, Carlos María de Luis, ex jefe del Servicio de Investigaciones Arqueológicas y ex director del Museo Provincial (después de haber escrito en LA NUEVA ESPAÑA de los días 16, 17, 18 y 20 de febrero de 1977, a toda página una serie de reportajes sobre el proceso que seguí para la localización del castillo bajo el título general de los cuatro días: «Un misterio que ha dejado de serlo»), dice que los trabajos «comenzaron por la localización histórica exacta del castillo, protagonista de la defensa, ya en época romana, de Avilés, Lucus Asturum y Ovetao»...
Los reportajes de Carlos María, por entonces periodista de LA NUEVA ESPAÑA, se publicaron abriendo el segundo cuadernillo del periódico (entonces de gran formato), lo que indica la alta valoración que se otorgó a su contenido: nada menos que cuatro días consecutivos, a toda página y en uno de los lugares más destacados del periódico. No era, en efecto, una noticia cualquiera.
La localización del castillo de Gozón supuso un hito importante en nuestra historia, pues, como digo en la introducción del libro, localizarlo supone, para la historia de Asturias y de España, el rescate de uno de los castillos más antiguos y famosos. Antiguo por romano y famoso por haber sido el escenario de varios sucesos importantes...

Pero sobre todas las razones una sola bastaría para justificar la importancia del lugar: en este castillo fue elaborado el emblema del Principado de Asturias: la Cruz de la Victoria o de Pelayo, «la más rica joya que puede haber en España».
Me refiero después en mi libro a las tendencias existentes, antes de la excavación, sobre el emplazamiento, pudiendo señalar dos principales, discutidas por más de 70 autores. Por una parte estaban los 45 partidarios del Peñón de Raíces y por otra los que argumentaban diciendo que un castillo con nombre de Gozón no podía estar fuera del territorio gozoniego, correspondiendo por ello la atribución al Gozón actual. La primera tendencia, Peñón de Raíces, parecía la más autorizada; la segunda, Gozón, la más lógica, supuesta la veracidad del fundamento.

Había autoridades en ambas tendencias, si bien la segunda no tenía en cuenta que el Gozón antiguo era mucho más amplio y abarcaba desde el río Nalón hasta Aboño y, por eso, partían de un error originado por esta confusión. Los partidarios de Manzaneda, en el Gozón actual, no se ajustaban ni a la documentación conocida ni a la topografía.

Al tiempo de considerar la documentación fundamental ofrezco la donación de Alfonso III, del año 905. Presento entonces el estudio crítico confirmatorio de la autenticidad de este documento, pues él solo, aparte de la documentación del Padre Risco y la donación de Alfonso IX del año 1222, donde se muestra la diferencia entre el alfoz de Castrillón, el coto de Raíces y el castillo de Gozón, es suficiente para la localización del castillo, porque de él se deduce un esquema topográfico solamente aplicable al Peñón de Raíces y su entorno: castillo en la altura, iglesia a la parte de abajo, río de agua dulce, molino, monasterio, etcétera. Y eso, aun en el caso de que el documento hubiera sido falsificado por el obispo don Pelayo, porque si él describía en el siglo XII el castillo, tenía que ser cierta la descripción, ya que en esa fecha no había castillos en el aire.
Lo cierto es que en el siglo XIV había en el archivo catedralicio un privilegio del rey don Alfonso III, que incluía también las donaciones de los reyes anteriores: «Scripto en latín en pergamino e signado de tres signos» y que, por su importancia, no se permitía su salida del archivo, enviando al solicitante del «original principal» una copia «viervo a viervo», es decir, palabra a palabra. La donación está considerada como la mayor falsificación del obispo don Pelayo, si lo fuera, pues se trata de numerosas entidades: monasterios, iglesias, castillos, villas, etcétera. Y la copia hecha por don Gutierre, tomada del citado original, coincide, salvo ligeras variantes, con la copia del «Libro de los Testamentos» del obispo don Pelayo, siendo ésta la prueba de su autenticidad.
Una vez probada la autenticidad del documento, y teniendo en cuenta los testimonios anteriores favorables al Peñón de Raíces, inicié, después del paso por Roma, el proceso topográfico-arqueológico deduciendo tres plataformas: la superior, la intermedia y la baja con su embarcadero. Y con tres círculos concéntricos: uno para el castillo, otro para la iglesia de Santa María «situada bajo el mismo castro» («sitam sub ipso castro») y el tercero para el entorno.
Por eso decidí empezar por lo que consideraba entrada principal del castillo. En octubre del 72 encontraría el umbral y el muro de subida, si bien es cierto que ese muro del siglo IX estaba sosteniendo otro de época anterior muy deteriorado y que, a mi juicio, correspondía a una construcción castreña.

En la parte superior de la «zona 1» descubrí, además del umbral de la entrada, tal vez el gozne de la puerta principal. De allí se pasó a la «zona 2», con más descubrimientos de muros amplios, y así hasta la «10», en que fue dividida la plataforma superior apareciendo varias monedas medievales, herrajes, puntas de flecha, una cabeza de lanza, tégula romana abundante, muros diferentes, pavimentos, basas, cerámica, ostras, trozos de ánforas, más de 4.000 fragmentos de cerámica.

En la «zona 5» meridional aparecieron muros, como continuación del castreño descubierto en la «zona oriental 2». En la «zona 7» está la dependencia principal, a juzgar por el pavimento y otros detalles, de 5 por 4 metros y con su umbral que prueba el paso desde la «zona 8», de unos 5 por 6,50 metros con dos basas colocadas «in situ». En la «zona 9» y la «12» aparecieron sepulturas y nichos. En las zonas «10» y «11» hay muros amplios sin estudiar y es la zona más deteriorada, pues de allí fue llevada mucha piedra para la carretera de Salinas.
También descubrí, cerca del Ventorrillo, el molino del castillo, citado en 905 (era «el molino de abajo» o «de los Frailes», según los lugareños), con sus muros antiguos y una erosión bien pronunciada.

La excavación no estuvo exenta de dificultades. Por una parte, el Ayuntamiento había agotado el presupuesto; por otra, la prometida subvención gubernamental no llegaba. También se esperaba la prometida publicación de lo descubierto. Y así sucesivamente. Pero lo peor fueron las intrigas que afloraban y, sin disimular, continúan. De ahí mi actuación y reserva.

Los materiales se guardaban en una chabola que estropearon para robar los objetos. Se hizo otra más segura y la volvieron a estropear. Por ello, se llevaron al almacén del Ayuntamiento y luego al museo en varias cajas. Otros quedaron ocultos en pequeños pozos, en el Peñón. Y los últimos, mientras se solucionaba la cuestión sobre continuar o parar las obras, los traje para el estudio, en espera de poder entregarlos todos limpios y ordenados en el museo, como fueron entregados. Quedaba pendiente la prometida publicación. Que se llevó a efecto, aunque sin cumplir la promesa, respecto a quien hasta el año 1979, con mejor o peor acierto, llevó la dirección de las obras. Creo que un trato de tres cursos con profesores de arquitectura paleocristiana y más de 150 visitas de estudio a monumentos civiles y eclesiásticos de Italia, Argel, Túnez, Yugoslavia y otras partes del Imperio permiten distinguir entre una excavación histórica preparada para entrar en ella con seguridad y una excavación sin documentación alguna.

También ofrezco en el libro las deducciones derivadas de la localización. 1.º) El emplazamiento del castillo, del castro y del embarcadero. 2.º) El probable traslado de las reliquias de Santo Toribio desde Jerusalén hasta Avilés y de aquí al Monsacro, según tradición anterior al siglo XVI (y con base en el antiquísimo Breviario de Astorga y en los de otras iglesias), sirviendo para aclarar los dos traslados históricos de reliquias: el del siglo V y el del siglo VIII al empezar la Reconquista. 3.º) La inscripción de la cripta de la Cámara Santa, procedente tal vez de Gozón. Y 4.º) El Camino de Santiago y su relación con el castillo como refugio de peregrinos.

Y finalmente estudio la Cruz de la Victoria, elaborada en Gozón en el año 908 y emblema del Principado de Asturias. Esta localización como la reivindicación de los documentos de los años 847, 857, 905 y tantos otros tenidos, sin fundamento, por falsificaciones pelagianas son una razón más a favor del fundamento que tiene Oviedo para merecer el título: «El siglo dorado de la Reconquista», delimitado por el bicentenario de las cruces, la Angélica de Oviedo y la de la Victoria, que origina el Principado de Asturias.

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