La torre de sa Sal Rossa (Sant Josep, Ibiza) recupera su aspecto del siglo XVI





La rehabilitación ha costado 260.000 euros en unas obras que han durado más de un año.

Devolverle a la torre de sa Sal Rossa el aspecto que tenía cuando se construyó en el siglo XVI ha costado un año y 15 días de trabajo. El resultado lo presentaron ayer la consellera insular de Política Patrimonial y Agrícola, Marga Torres, la concejal de Cultura de Sant Josep, Maria Ribas, y el director de Patrimonio, José María López Garí, acompañados por el arquitecto responsable de la rehabilitación, Toni Marí.

Las obras comenzaron el 5 de mayo del 2007, con un presupuesto de 259.303 euros para una intervención integral en la que se distinguen perfectamente los elementos restaurados de los originales. Entre lo que no estaba y se ha recuperado, Marí destacó «la entrada original», situada en la planta inferior de la construcción defensiva.

Se trata de la torre más antigua de la isla, junto con la des Carregador. Las dos se levantaron en el siglo XVI con la misión de servir de refugio en caso de ataque a los estibadores que descargaban la sal en los barcos que llegaban a Eivissa. Por eso, a diferencia de las que se construirían en el siglo XVIII en todo el perímetro costero, el acceso debía ser rápido aunque fácilmente defendible, según el arquitecto, para resistir mientras llegaba la ayuda desde Vila.

A diferencia de las que se construirían después, estas dos primeras torres tenían una gran habitabilidad interior y podían albergar hasta 200 personas sin problemas de espacio. Inmediatamente después de la entrada, se llega a un recodo con una arpillera desde el que se podía presentar resistencia a los intentos de acceso desde el exterior. Marí explicó que posteriormente se eliminó este elemento que ahora se ha reconstruido.

Según Marí, en el siglo XVIII se tapió la entrada original para practicar un orificio a media altura de la fortificación, «que nunca se llegó a terminar», y siempre ha presentado un aspecto irregular que se ha respetado en esta actuación. Según el modelo defensivo de la época, la red de fortificaciones permitía comunicarse mediante señales de humo en caso de incursión pirata. Se accedía «por una escala de cuerda que los torreros retiraban una vez dentro». Lo importante es que la señal llegara, aunque algunas torres como ésta contaban con pequeñas piezas de artillería: «Hay facturas de la compra de un cañón, aunque no tengamos constancia de que estuvo hay que suponerlo», explicó el arquitecto.

El tiempo ha desgastado el parapeto y la trampa de entrada, que se han reconstruido junto con la garita de acceso al techo de la torre. Los gamberros deterioraron el interior llenándolo de grafittis que se han eliminado. También desapareció la escalera de caracol que ahora se ha recuperado para poder acceder al techo y a la privilegiada panorámica que tenían los torreros para otear la presencia de barcos enemigos.

El recinto se didide en tres plantas: la primera daba acceso a una gran sala en la que se daba refugio a los trabajadores de la sal. La plana intermedia fue usada como vivienda por los torreros, que contaban con una chimenea y una alacena para los alimentos. La tercera planta es la del techo, donde se mantenía el fuego para emitir señales.

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